Problemas como cuántos puntos de recarga serán necesarios, si existirán electrolineras o tendremos puntos de recarga en todas las plazas de aparcamiento, cómo reconocerán qué coche está conectado, cuánta carga quiere repostar, cómo pagar esa recarga… y la posibilidad de que la red eléctrica no resista el esfuerzo adicional.
En realidad, las redes eléctricas de los países industrializados se enfrentan no a uno, sino a dos retos de gran envergadura para los próximos años: soportar la conexión de un número indeterminado de vehículos eléctricos y encajar el creciente suministro intermitente de las energías renovables (que dependen de los caprichos de la meteorología) con la curva de demanda eléctrica diaria.
Posiblemente se trate de las dos peores pesadillas que pueden imaginar a día de hoy los gestores de la generación y distribución eléctrica (aparte de catástrofes, claro está). Pero gran parte de la solución puede estar en el adecuado diseño del sistema de recarga de los vehículos enchufables.
El problema
Diciembre, año 2020. El 10% del parque móvil europeo se enchufa a la red. Esto crea un pico en la demanda de electricidad alrededor de las ocho de la tarde, cuando el grueso de la población vuelve a casa y conecta sus luces, sus lavadoras, sus sistemas de calefacción y enchufan sus coches en el garaje (los coches suponen ya el 10% de esa demanda). La red eléctrica se colapsa.
En realidad, el sistema de generación y distribución de energía sí tiene capacidad para suministrar la potencia necesaria, pero no toda a la misma hora. Por otro lado, existen picos y valles en las nuevas plantas eólicas y fotovoltaicas, que son difíciles de encajar en el reparto por su imprevisibilidad. A veces sobra energía, que se pierde, y por momentos no hay manera de producir lo suficiente (días sin sol ni viento).
La concepción actual de enchufar y recargar, combinada con la aleatoriedad del suministro renovable constituyen un obstáculo que habrá que salvar si aspiramos a tener un parque móvil eléctrico. Pero gran parte de la solución podría venir precisamente de la mano de ambos problemas.
La solución
Solar
El concepto de Smart Grid, que podríamos traducir como red eléctrica inteligente, plantea la posibilidad de que los vehículos eléctricos formen parte integral de la propia red. Si los vehículos conectados pudiesen comunicarse con la red e informar de su estado y demanda energética prevista, podrían actuar como acumuladores en momentos de punta de generación renovable, y podrían incluso devolver esa energía a la red en momentos de máxima demanda.
Por supuesto, el primer efecto de este tipo de comunicación es que las recargas se distribuirían inteligentemente durante el horario nocturno, de forma que todos estuviesen cargados por la mañana pero la curva de demanda energética fuese lo más plana posible (el caso ideal para la gestión de la red).
Si el intercambio de datos entre el usuario, el coche, la red de distribución y la red de generación estuviese realmente bien diseñado (esto es todo un reto) se podría fijar el día y la hora a la que vamos a necesitar nuestro coche la próxima vez (cargado) de forma que durante el tiempo que permanezca enchufado funcione como acumulador que toma y devuelve energía en función de las circunstancias. El coche formaría parte de la red eléctrica, literalmente. Teniendo en cuenta cómo funcionan las renovables, esta función de amortiguación es imprescindible de forma que, si no la hacen los coches, habrá que construir acumuladores adicionales que la hagan.
Puede que suene a ciencia-ficción, pero de no hacerlo así, las inversiones adicionales (y las emisiones adicionales) que serían necesarias para soportar las nuevas circunstancias de demanda resultarían enormes. Y ese sí es el idioma que hablan los que tendrán que desarrollar esta tecnología.
http://www.youtube.com/watch?v=gFBS4A8cPTA
No hay comentarios:
Publicar un comentario